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La leyenda
Ella sintió el gélido beso del cuchillo recién afilado por él, ese al que día tras día amó desde el principio de la creación, cuando lo vió por primera vez aquel lejano abril, allí, en ese camino que llevaba a Filadelfia, cuando él era aún niño.
Lo miró sin rabia a pesar de la traición que sufrió de parte de él. Sintió que el minuto final estaba cerca. Le murmuró “te amo” y lo abrazó, sabía que aquel abrazo significaba la unión eterna.
El, presintiendo, comenzó a golpear una y otra vez aquel cuerpo que mas de una vez disfrutó en lo más intenso del libido humano. Sus manos apretaban el arma que una y otra vez penetraba en el blando cuerpo del que en vez de sangre, emanaba látex, que para su desesperación, lo iba cubriendo y envolviendo a pesar de su intento por zafarse de ella.
- Compadre Felipe!... Venga rápido- gritaba desesperada la mujer, que llevando un niño en los brazos, llegaba corriendo a una de las casas que conformaban la barraca gomera, a orillas de un caudaloso río.
- Que pasa comadrita- saliendo de la casa y con una escopeta en mano, el hombre recibía a la mujer. De las casas vecinas, que no eran más de cuatro, comenzaron a salir otras personas.
- Compadrito, algo raro está sucediendo en el siringal, desde hace una hora que no dejan de oírse gritos de dolor y bramidos, su compadre no ha vuelto de la recogida de la leche y nuestro perro llegó ladrando asustado, con el rabo entre las piernas y se metió debajo de la cama y no quiere salir de ahí. Tengo miedo, compadre, mucho miedo…
- Cálmese comadrita. Vamos para allá- dijo el hombre y otros le siguieron, llevando machetes y sus escopetas.
La comitiva llegó hasta el pahuichi de la mujer, donde dos niños esperaban asustados.
- Escuchan?- murmuró la mujer- esos bramidos y griterío que vienen del siringal? Parece como si estuvieran peleándose dos tigres!!! Tengo miedo por Eduardo que está por ahí…
- Es verdad. Virgen María Purísima!!!- santiguándose, el hombre ordena a sus acompañantes que lo sigan – hay que ir a ver que pasa y buscar a mi compadre “Dardo”, Ojalá no le haya pasado nada malo.
Los hombres se preparan para adentrarse en el monte, con dirección a la estrada del siringal desde donde provenían ruidos extraños, con cierto misterio y olor a muerte.
Ella buscó entre los árboles a aquel hombre viejo que un día la recogió debajo de un árbol de siringa cuando su madre, desesperada, la abandonó al nacer. Sus ojos se cerraban cada vez mas, presentía que era el final, pero quería ver al Padre de la Selva.
- Padre!!!- gritó y sólo el volar de loros y el griterío de monos silbadores entre los árboles fue la respuesta que recibió.
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