viernes, 2 de febrero de 2018

Mis poemas

ODA AL SIRINGUERO
(Eloy Añez Marañón)

La ofrenda (entre mitos y realidades) óleo sobre tela-1998 (Eloy Añez Marañon)

I
Levanta la cabeza
mantén la frente en alto
no te avergüences de tu pobreza
ni la de tus hermanos.
Abre los brazos, esos brazos fuertes!
y agarra con tus callosas manos la luna
porque te lo mereces.

Tú, que ayer fuiste orgullo
y hoy solo eres abandono y olvido.
Tú, señor de estradas y siringales
Amo de la selva y de los ríos.
Tú, hermano siringuero
compatriota  siringuero
coge tu cuchilla,
Coge tus tichelas
y raya el árbol de siringa
llena el balde de savia
y conviértela en bolachas
con el humo del buyón.
Tú, alma humilde y serena
vuelve a caminar por las sendas del siringal
iluminado por la poronga del amanecer.
Raya, raya el árbol noche y día
que la selva es tu hogar
que el tigre es tu compañía
(aunque te vigila escondido, como el patrón).
Se como él,
lánzate sobre los que te explotaron
y te dejaron sin tierra
en esta selva tan tuya
como de la sicurí
como del huaso y el jochi
como del patujú y el tucán.
Esta selva tan tuya como mía
Como de todos!

Hermano siringuero
Desciende de la cruz de la ignominia
a la que te sometieron  ayer
los del poder, tabaco y del alcohol.
Enfréntate a ellos con el mismo coraje
con la que te enfrentas a la malaria,
Señor de las estradas y de las tichelas.
Enfréntate puño en alto
a todo aquel que te olvida
una vez que le das el poder;
al que permite que tu vida
valga menos que una Coca Cola.
Coge tu marico y llénalo de esperanzas
porque tú volverás a ser persona
y no esa sombra que busca en la ciudad
trabajo y pan para los suyos.
Tú dejarás de ser objeto de feria y de mitin
cada vez que hay elecciones
y cuando necesitan de tu voto.
Levanta el machete que te ennoblece
Y corta de raíz la pobreza
a la que te someten desde tiempos pretéritos
cuando los árboles lloraban látex
y se erguían cual majestuosos titánes,
guardianes de la selva 
Pide, no, mejor exige!...
caminos, hospitales y escuelas
para que los que heredaran tu sacrificio
puedan ser más sanos, mejor alimentados
y sobre todo, más libres.

Soy como tú, hijo de la simiente  de Bolívar
y del suelo que defendió Bruno Racua
el indígena valiente y siringuero
que guía mis pasos con sus flechas incendiarias.

II
Me sentaré bajo un enorme árbol maderero
A reflexionar que hice por ti, 
hermano siringuero.
Nada! Ese es el balance…
Tú sigues tan pobre
Tan olvidado
Tan ajeno a la tierra que te pertenece
Desde los comienzos del mundo
Pero ningún papel te garantiza la tierra potestad
Ni del siringo, del castaño, del cedro o la mara,
Del taitetú, de la sicurí, del manechi,
De la paraba, del caimán
Ni de los ríos que surcan esta tierra
Ni siquiera aferrándote al lema
“La tierra es de quien la trabaja”
Porque el patrón y los gobiernos
Así lo decidieron contra ti.
…Pero, te queda algo
Que no se compra ni se vende
Y que nadie podrá quitarte:
Tu dignidad!

III
Eres gallardo como el árbol de siringa
Majestuoso como el castaño
Sublimes son tus pasos
Por las estradas del siringal y de la vida.
Eres fuerte como el tigre
Que vigila tus pasos
Como el patrón al acecho.
Ni los mosquitos, ni la malaria
Detienen tu caminar firme
Hacia la historia
Que te ennoblece cada 11 de octubre
Pero que el pasado te negó.

IV
Eres paisaje, río, sicurí, látex,
Eres indio Pacahuara, Machineri,
Yaminagua, Araona
Bruno Racua…
Eres Siringuero!
Por eso me inclino ante ti
Hombre de siringa!
Señor de las bolachas
De la cuchilla y las tichelas
Señor de los siringales
De mi tierra!

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