Oda al siringuero
I
Levanta la cabeza
mantén la frente en alto
no te avergüences de tu pobreza
ni la de tus hermanos.
Abre los brazos, esos brazos fuertes
y agarra con tus callosas manos la luna
porque te lo mereces.
Tú,
que ayer fuiste orgullo
y hoy solo eres abandono y olvido.
Tú, señor de estradas y siringales
Amo de la selva y de los ríos.
Tú, hermano siringuero
compatriota siringuero
como en el pasado,
coge tu cuchilla,
coge tus tichelas
y raya el árbol de siringa
llena el balde con su savia
y conviértela en bolachas
con el humo del buyón.
Tú,
alma humilde y serena,
vuelve a caminar por las sendas del siringal
iluminado por la poronga del amanecer.
Raya, raya el árbol noche y día
que la selva es tu hogar
que el tigre es tu compañía
(aunque te vigila escondido, como el patrón).
Se como él,
lánzate sobre los que te explotaron
y te dejaron sin tierra
en esta selva tan tuya
como de la sicurí
como del guaso y el jochi
como del patujú y el tucán.
Esta selva tan tuya como mía
Como de todos!
Hermano siringuero
Desciende de la cruz de la ignominia
a la que te sometieron ayer
los del poder, tabaco y alcohol.
Enfréntate a ellos con el mismo coraje
con la que te enfrentas a la malaria,
Señor de las estradas y de las tichelas.
Enfréntate, puño en alto,
a todo aquel que te olvida
una vez que le das el poder,
al que permite que tu vida
valga menos que una Coca Cola.
Coge tu marico y llénalo de esperanzas
porque tú volverás a ser persona
y no esa sombra que busca en la ciudad
trabajo y pan para los suyos.
Tú dejarás de ser objeto de feria y de mitin
cada vez que hay elecciones
y cuando necesitan de tu voto.
Levanta el machete que te ennoblece
y corta de raíz la pobreza
a la que te someten desde tiempos pretéritos
cuándo los árboles lloraban látex
y se erguían cual majestuosos titanes,
guardianes de la selva.
Pide, no, mejor exige
caminos, hospitales y escuelas
para que los que heredaran tu sacrificio
puedan ser más sanos, mejor alimentados
y sobre todo, más libres!.
Soy como tú, hijo de la simiente de Bolívar
y del suelo que defendió Bruno Racua
el indígena valiente y siringuero
que guía mis pasos con sus flechas incendiarias.
II
Me sentaré bajo un enorme árbol maderero
a reflexionar que hice por ti, hermano siringuero.
Nada! Ese es el balance…
Tú sigues tan pobre
tan olvidado
tan ajeno a la tierra que te pertenece
desde los comienzos del mundo
pero que ningún papel te garantiza su potestad
ni del siringo, del castaño, del cedro o la mara,
del taitetú, de la sicurí, del manechi,
de la paraba, del caimán.
Ni de los ríos que surcan esta tierra
ni siquiera aferrándote al lema
“La tierra es de quien la trabaja”
porque el patrón y los gobiernos
así lo decidieron contra ti.
…Pero, te queda algo
que no se compra ni se vende
y que nadie podrá quitarte:
tu dignidad!
Eres gallardo como el árbol de siringa
majestuoso como el castaño;
sublimes son tus pasos
por las estradas del siringal y de la vida.
Ni las enfermedades como la malaria
detienen tu caminar firme
hacia la historia
que te ennoblece cada 11 de octubre
pero que el pasado te negó
(y aún te sigue negando...)
Eres paisaje, río, sicurí, látex,
eres indio Pacahuara, Machineri
Esse Ejja, Yaminagua, Araona...
Eres Siringuero!
III
Me inclino ante ti,
hombre de siringa!
señor de las bolachas
de la cuchilla y las tichelas
señor de los siringales de mi tierra!
Tú, que te mueves en la selva
como pez en el agua
como la sicurí entre los taropés,
tu silencio de ahora un día será trueno
un eco que recorrerá cada milímetro
del mar verde amazónico
y retumbará potente
para que todos escuchen las reivindicaciones
en tu voz apagada por más de un siglo.
Quiero estar a la altura
del siringo y del castaño
para poder tocar con las manos las estrellas
tan lejanas, tan inciertas como tu destino
en la historia de mi pueblo,
pero tú serás la huella
que marcará el camino de esa historia.
Hombres de látex
de vida y muerte
de sacrificio y miseria
los periódicos no te nombran ni te citan
pero junto a la Madresiringa,
inclinados ante ti,
te saludo humildemente...
¡Hombre de siringa!
Del poemario MEMORIAS DE SIRINGA Eloy Añez Marañón
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