jueves, 24 de septiembre de 2020

MIS POESIAS

 Oda al siringuero



I

Levanta la cabeza

mantén la frente en alto

no te avergüences de tu pobreza

ni la de tus hermanos.

Abre los brazos, esos brazos fuertes

y agarra con tus callosas manos la luna

porque te lo mereces.


Tú, que ayer fuiste orgullo

y hoy solo eres abandono y olvido.

Tú, señor de estradas y siringales

Amo de la selva y de los ríos.

Tú, hermano siringuero

compatriota siringuero

como en el pasado, 

coge tu cuchilla, 

coge tus tichelas

y raya el árbol de siringa

llena el balde con su savia

y conviértela en bolachas

con el humo del buyón.


Tú, alma humilde y serena,

vuelve a caminar por las sendas del siringal

iluminado por la poronga del amanecer.

Raya, raya el árbol noche y día

que la selva es tu hogar

que el tigre es tu compañía

(aunque te vigila escondido, como el patrón).

Se como él,

lánzate sobre los que te explotaron

y te dejaron sin tierra

en esta selva tan tuya

como de la sicurí

como del guaso y el jochi

como del patujú y el tucán.

Esta selva tan tuya como mía

Como de todos!


Hermano siringuero

Desciende de la cruz de la ignominia

a la que te sometieron ayer 

los del poder, tabaco y alcohol.

Enfréntate a ellos con el mismo coraje

con la que te enfrentas a la malaria,

Señor de las estradas y de las tichelas.

Enfréntate, puño en alto,

a todo aquel que te olvida

una vez que le das el poder,

al que permite que tu vida

valga menos que una Coca Cola.

Coge tu marico y llénalo de esperanzas

porque tú volverás a ser persona

y no esa sombra que busca en la ciudad

trabajo y pan para los suyos.

Tú dejarás de ser objeto de feria y de mitin

cada vez que hay elecciones

y cuando necesitan de tu voto.


Levanta el machete que te ennoblece

y corta de raíz la pobreza

a la que te someten desde tiempos pretéritos

cuándo los árboles lloraban látex

y se erguían cual majestuosos titanes,

guardianes de la selva.

Pide, no, mejor exige

caminos, hospitales y escuelas

para que los que heredaran tu sacrificio

puedan ser más sanos, mejor alimentados

y sobre todo, más libres!.


Soy como tú, hijo de la simiente de Bolívar

y del suelo que defendió Bruno Racua

el indígena valiente y siringuero

que guía mis pasos con sus flechas incendiarias.


II

Me sentaré bajo un enorme árbol maderero

a reflexionar que hice por ti, hermano siringuero.

Nada! Ese es el balance…

Tú sigues tan pobre

tan olvidado

tan ajeno a la tierra que te pertenece

desde los comienzos del mundo

pero que ningún papel te garantiza su potestad

ni del siringo, del castaño, del cedro o la mara,

del taitetú, de la sicurí, del manechi,

de la paraba, del caimán.

Ni de los ríos que surcan esta tierra

ni siquiera aferrándote al lema

La tierra es de quien la trabaja”

porque el patrón y los gobiernos

así lo decidieron contra ti.

Pero, te queda algo

que no se compra ni se vende

y que nadie podrá quitarte:

tu dignidad!


Eres gallardo como el árbol de siringa

majestuoso como el castaño;

sublimes son tus pasos

por las estradas del siringal y de la vida.

Ni las enfermedades como la malaria

detienen tu caminar firme

hacia la historia

que te ennoblece cada 11 de octubre

pero que el pasado te negó

(y aún te sigue negando...)


Eres paisaje, río, sicurí, látex,

eres indio Pacahuara, Machineri

Esse Ejja, Yaminagua, Araona...

Eres Siringuero!


III

Me inclino ante ti,

hombre de siringa!

señor de las bolachas

de la cuchilla y las tichelas

señor de los siringales de mi tierra!


Tú, que te mueves en la selva

como pez en el agua

como la sicurí entre los taropés,

tu silencio de ahora un día será trueno

un eco que recorrerá cada milímetro

del mar verde amazónico

y retumbará potente

para que todos escuchen las reivindicaciones

en tu voz apagada por más de un siglo.


Quiero estar a la altura

del siringo y del castaño

para poder tocar con las manos las estrellas

tan lejanas, tan inciertas como tu destino

en la historia de mi pueblo,

pero tú serás la huella

que marcará el camino de esa historia.


Hombres de látex

de vida y muerte

de sacrificio y miseria

los periódicos no te nombran ni te citan

pero junto a la Madresiringa, 

inclinados ante ti, 

te saludo humildemente...

¡Hombre de siringa!


Del poemario MEMORIAS DE SIRINGA Eloy Añez Marañón

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