EN LA REVISTA ARTEPOLI
"DE LA SELVA A LA URBE" ARTICULO SOBRE MIS OBRAS POR ÁNGEL ALONSO
El artista plástico y gestor cultural cubano, Ángel Alonso, en la revista Artepoli (edición XXVIII) ha hecho un articulo sobre mis obras, que resume como síntesis lo que busco con ellas y mis influencias artísticas.
De
la selva a la urbe
La obra de Eloy Añez
Marañón
Ángel Alonso
Cuentan que el
comerciante cauchero peruano de ascendencia irlandesa, Fermín
Fitzcarrald, movió un barco de vapor a través de una franja de
tierra que luego llevaría su nombre. Lo que no se dijo es que aquel
barco era de sólo 30 toneladas y lo movieron dividido en piezas.
No fue, como en la
película Fitzcarraldo, un barco de 320 toneladas sobre los
hombros de cientos de indígenas hipnotizados por una ópera que
Brian Sweeney Fitzgerald – una
versión del personaje real -ya no peruano sino irlandés de
pura cepa- interpretado por
Klaus Kinski, les hiciese escuchar. No, mi querido Herzog,
ni siquiera la voz de Caruso tiene el poder de encantar a los
supuestos «indios malos, brutos y asesinos de los pobres blancos que
andan por acá… ¡de casualidad!» como dice irónicamente Leo
Masliah.
Occidente lo tergiversa
todo y detrás está su intención de superioridad, su espíritu
colonialista. Así, Picasso copia superficialmente unas máscaras
africanas y «funda» el cubismo. La tendencia general es valorar
como artesanía, despectivamente, a toda la producción artística
del sur, sea africana o latinoamericana.
Eloy Añez Marañón es
un artista boliviano que vive en Barcelona y su obra, lejos de haber
sido devorada por occidente, parece venir a recordarnos que, no solo
el oro y las riquezas, sino también la figuración de artistas de la
talla de Gauguin, por ejemplo, tiene sus orígenes en sitios alejados
de los grandes centros de arte, en esos parajes que hoy llamamos
Tercer Mundo.
El color de la selva
sudamericana, los animales que en ella habitan y se consideran
sagrados por algunas tribus indígenas (como el tucán, que para
algunos pueblos indígenas representa el vínculo entre el mundo de
los vivos y el de los espíritus, o el jaguar, presente en la
mitología amazónica) se funden en sus pinturas con los sistemas de
representación creados por las primeras vanguardias.
Hay un recurso muy
utilizado por Delaunay, consistente en dividir las formas abstractas
en varios colores (a través de una línea o contraste de planos) que
sirve a Eloy para interpretar la vegetación, o para sugerir las
pinturas faciales de algunos retratos. Otro recurso, en este caso
típico de los cubistas, que está presente en su obra, es la
secuencia de planos para descomponer las formas, estas asimilaciones
formales, heredadas también del rayonismo y otras vertientes del
futurismo, son elementos para construir un discurso propio en el que
la autenticidad queda en primer plano. No hay nada artificial aquí,
no existe ninguna pose intelectual, ni ningún trasfondo a descubrir
que necesite explicaciones eruditas. Lo que ves es lo que es. Es
quizás eso lo que nos sorprende, salir un poco de ese supuesto arte
contemporáneo plagado de símbolos ininteligibles, saturado de
sofisticadas y artificiales metáforas.
Aquí la poesía es la
del color, la de las sensaciones y no la de los trucos mentales. Ya
sé que a menudo son cuadros complejos en el sentido compositivo,
porque contienen muchas figuras compartiendo el mismo plano, pero el
artista se las arregla a través de una combinación de inteligencia
y corazón, como Chagall. O como si fuese un músico barroco, coloca
muchas notas pero siempre en armonía, y cuando hay disonancias es
para afirmar el sentido del cuadro, su discurso.
Sin pretenderlo, o tal
vez con consciencia de causa pero con mucha sutileza, estos cuadros
resultan indirectamente, en el fondo, muy políticos. Y cuando hablo
de política no me refiero al panfleto con el cual se asocia al mal
llamado arte político, del que está muy lejos nuestro artista, un
artista de una pureza contundente, bien alejada de todo tipo de
oportunismo. Me refiero a que al visibilizar una realidad que se
trata de ignorar, al destacar y recrear fuentes de belleza ignoradas
por el euro-centrismo y el poder, termina siendo (quiéralo o no) un
rebelde, un subversivo. Y si el contenido de un cuadro está
determinado, además de por su imagen y demás elementos, por el
sitio donde se expone, entonces una imagen aparentemente hedonista,
puede ser mucho más subversiva que un Banksy, que sólo finge
serlo, cuando a todas luces podemos ver que es un negocio muy bien
montado.
Hay una mala utilización
del término «arte contemporáneo» al asociarlo únicamente con
medios expresivos propios del arte conceptual, en realidad todo arte
es contemporáneo a su tiempo; quienes ahora pintan, como Eloy,
también deben estar representados en la contemporaneidad.
La tendencia al uso del
color estridente lo emparenta con los fauves, aquellos
revolucionarios del arte que con sus enérgicas pinceladas renovaron
la pintura. En cuanto a la simbología utilizada se emparenta con
cierta vertiente del surrealismo, pero lo que más salta a la vista
en su obra no son estos elementos formales, lo que más le define es
su integración con su pueblo, al autorepresentarse con una poronga
(elemento que se coloca sobre la cabeza para iluminar el camino,
parecido a un casco de minero), cuya lámpara de keroseno contiene
pintada la bandera de Bolivia.
Según sus propias
palabras, desde que vino a Europa quería mostrar en sus pinturas a
su gente, «a aquellos olvidados de siempre, los campesinos sobre
todo, los siringueros, los extractores de la goma, el caucho natural
conocido como siringa»
En sus comienzos la
temática de su obra se basaba en el entorno y la vida de los
siringueros, quería, mediante su pintura, reivindicar el aporte
histórico y económico de estos trabajadores a Bolivia. Luego se ha
ido ampliando a otros temas, pero sigue estando presente, en su
trabajo, la afirmación de su cultura.