viernes, 10 de febrero de 2012

MI HOMENAJE PÓSTUMO A UN GRAN POETA PANDINO: RAMÓN CAMPOS TIBI


El pasado lunes 6 de febrero de 2012 se apagó la luz de la mirada siringuera de un poeta que bajo el pseudónimo de Fabry Paruma, escribió versos y prosa de gran sentido humano, ecológico, social y cultural, retrato de un pueblo que siempre sueña con días mejores. Toda una quimera!
Murió Ramón Campos Tibi, el poeta amigo, el dramaturgo, el amigo callado, pensativo, observador, como lo encontré en la plaza de Cobija, el pasado mes de mayo de 2010, cuando visité mi ciudad. Con su voz pausada, como si no le interesara nada, pero estaba al tanto de todo lo que sucedía a su alrededor. Me comentó que estuvo en Barcelona junto al poeta boliviano Pedro Shimose, y quedamos de que si volvía, que me llamaría. No recibiré su llamada.
En 1993, me honró con un pedido: que le ilustre su poemario "Después de la distancia, la casa del siringuero", y la pintura para su portada, del cual solo guardo la foto de la obra original y que mas abajo pueden ver, titulada "La flor de patujú".
Ramón era sensible con la realidad del siringuero y de los habitantes de la selva, su entorno natural y su situación social, y lo supo transmitir en sus obras. Aún recuerdo la primera obra que conocí de él "Lucho Paruma" (1973), cuyo personaje principal nunca aparece, es un nombre de esperanza, de lucha, de anhelos y cambios sociales en una tierra que era finca particular del que ostentaba el poder político y cuya vigencia, podemos decir, aún es latente en Pando.
También era sensible por los acontecimientos del día a día de Cobija y su gente. Para muestra, la elegía que dedicó a una joven, cuya fatal muerte, conmocionó a la sociedad cobijeña, y que podrán leer mas abajo, en su Tercera Elegía (fragmento).
Pedro Shimose, el gran poeta boliviano, nacido en el Departamento del Beni, lo incluyó en su antología POETAS DEL ORIENTE BOLIVIANO,y definió la poesía de Campos Tibi como un canto a “la naturaleza, al amor, a la muerte y a la amistad con palabra sencilla y coloquial”

Ramón Campos Tibi

• Ramón Campos Tibi (Cobija, 1953-2012). Poeta, dramaturgo, abogado, profesor y políglota. Premio Patujú de Oro – 1981 (Casa de la Cultura de Trinidad, Beni). En ocasiones, ha publicado sus materiales bajo el seudónimo de Fabry Paruma (del italiano fabbro: artesano, orfebre del verso - Paruma, en memoria de su abuelo Arlindo Paruma).

Producción en Poesía: Primera elegía (1981). Transeúntes el uno y el otro y yo, transeúntes nosotros (1983). Las tres voces de Arlindo Paruma en la Amazonia (1990). De las semillas, unas cuantas mías (1990). Después de la distancia, la casa del siringuero (1993). Segunda elegía (1995). Del encuentro, felizmente la memoria (1997). Siringueros (1997). Tercera elegía (2004). Una centuria amazónica. Machetes, colinas y corazones de la Cobija bautizada (2005).

En teatro: Lucho Paruma (1973), Mamá Nana (1973), Madre Siringa (1986), La cruz milagrosa (2008) y Monólogo de mi abuelo Arlindo Paruma (1995). Sus prosas están reunidas en Illotis manibus (1983).


La casa

Fragmento


Pies descalzos, barriga grande y desnudo
el hijo del siringuero
desde un barranco
mira un horizonte que no entiende.
Sólo sabe que en su vida
van y vienen las noches y los días;
que hace sol y que la lluvia
viene con las grandes nubes;
sólo sabe si el río está seco o está lleno;
si hay carne, yuca y arroz.

Nada más en la rutina de este chico
que en su entraña tiene otro río,


otra historia seguramente paralela,
incolora y dirigida al monte,
al castañal, / donde la castaña y la siringa
le aseguran la otra rueda del tiempo,
pero está, / seguro que está.


Cuando la madre, garrote en mano,
golpea y golpea trapos
que antes fueron camisas y pantalones.

Cuando el padre, / trazao en mano,
yamachí a la espalda, / escopeta al hombro,
sostiene la tradición, porque la vida
en el pahuichi del siringuero
son estas cosas y mucho más:

en el pahuichi está
el hilo invisible de una historia
intacta porque es siringuera,
persistente porque es macha,
continua porque es humana,
divina porque existe.

He ahí lo que esconde la distancia:
San Antonio, / Fortaleza, / Palma Real,
una existencia continua en el castañal,
con el siringuero
respirando la brisa del atardecer,
en un barranco del Madre de Dios,
con las manos en alto, / pero vivo,
persistente, / leal.La distancia




Siringueros

fragmento

V

Las circunstancias de la vida, / a mi edad,

deben ser como la luz que ilumina el mundo,

como esa luz que, pendiente del centro del universo,

no escoge a nadie para iluminarle el camino

que guía los pasos del siringuero,

viajero inmanente en la Amazonía de mi abuelo Arlindo

que, a fuerza de aguaceros y golpes de sol,

permanece intacto

en la historia oculta de la tierra pandina.



Probablemente como una sardina

que, a sabiendas del Tahuamanu,

desciende hasta el Madre de Dios,

vigila el Orthon, / pasea por el Abuná,

regresa al Manuripi

y de paso por el Bajo Virtudes,

descansa en el Acre, allí donde, seguro,

Arlindo Paruma le dará otro encargo:

la de ser, para siempre, su mensajera de amor.



Estas circunstancias

no pueden darse en otra parte:

de Pando es la vida

en el sayubú, la chaisita y el taitetú;

de Pando es la vida

en la mioca, el mandín y el surubí;

de Pando es la vida

en la vida misma del siringuero.



¡No me digan que el tucán

se viste de fiesta / en Nueva York!

¡No me digan que el tiluchi

labra su casa / en París!

¡No me digan que la garza

se posa quedamente / en Madrid!

¡No me digan nada! ¡La vida está aquí,

aquí canta la vida,

aquí permanece por siempre

y desde siempre, la vida.

La vida no es como un tronco seco

parecido a una tumba.

La vida no es como un gajo seco

parecido al silencio.

Como un viejo abuelo a quien sólo

le queda el apoyo / de un viejo tronco seco.


Tercera elegía

Fragmentos

IV

Entonces ocurrió. Desde el cielo cobijeño
el celeste claro fue cediendo a las sombras
de una muerte que venía galopante.

Como siempre, nadie sabía
que iba a derramarse sangre joven
en lucha desigual.

La tierra del camba siringuero
se iba a derrumbar.
Nadie sabía dónde
ni a qué hora, / ni cómo iba a suceder.

Se fueron enmudeciendo los árboles
porque el viento dejó de correr;
se cerraron los patios, las puertas
y las ventanas de las casas.

Nadie sabía nada de nada.
Cuando el silencio,
cuando la mudez y el dolor callaron;
cuando las mujeres y los niños se echaron a llorar,
los hombres sintieron la presencia de la muerte.

El universo se sintió indefenso
y del silencio se pasó a los llantos
de todo ser viviente.

La muerte estaba con Vanesa
en la avenida principal
de un pueblo orgulloso de ser joven,
herido en la belleza de una muchacha
definitivamente humana,
porque la muerte le pertenece a cada uno
y el hombre se amarra a la esperanza
para ser recordado,
para no morir del todo.

Así reflejaron en la prensa cruceña la muerte de Campos Tibi:

Falleció el poeta pandino Ramón Campos Tibi

poeta pandino Ramón Campos Tibi falleció el lunes en Cobija. Así confirmó a EL DEBER el director del Sistema Municipal de Bibliotecas de Santa Cruz, William Rojas.
“Viajero de la eternidad”, llamó Rojas al personaje sobre el que consideró que perdió la vida “sin las ovaciones del poder y sin las genuflexiones de la oficialidad”. Creador de Floresta y de Arlindo Paruma, una “región mágica y su personaje”, dice de él Pedro Shimose. El autor beniano define la poesía de Campos Tibi en Poetas del oriente boliviano como un canto a “la naturaleza, al amor, a la muerte y a la amistad con palabra sencilla y coloquial”.
“Se trata de un amigo entrañable que deja una vasta producción literaria casi toda aún inédita”, destaca Rojas.

Fuentes:
Fotos: Eloy Añez Marañón

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